Hace unos días, luego de compartir algunos temas con un amigo poeta, me movió a tratar de profundizar sobre las nuevas realidades que estamos atravesando en la sociedad posmoderna, sin embargo, para poder adentrarme en este análisis, debo partir de los intentos históricos para describir o explicar la continuidad de las especies en el mundo. Y es que no son recientes las apreciaciones que explican las razones probables del por qué hoy existimos, además de cómo hemos logrado llegar hasta aquí. De todas estas aproximaciones, sin duda las teorías creacionistas y evolucionistas son las más importantes y siempre han librado una batalla en el pensamiento humano, con argumentos que pueden resultar controvertidos pero que, en un sentido práctico del conocimiento científico actual, no estrían tan divorciadas, es decir que, sin apelar a la paradoja no hay una evolución sin creación ni creación sin cambio.

Ahora bien, sin dejar de lado lo propuesto por Charles Darwin en su estudio sobre la selección natural, donde plantea causas por las cuales las especies permanecen en los ecosistemas, es la necesidad de las mismas de adaptarse a condiciones cambiantes, aquí el factor fuerza no es el más importante, si no (dicho en un lenguaje moderno) la flexibilidad ante los fenómenos o eventos que acompañan el entorno de dichas especies.

Si partimos de ese postulado y extrapolamos a una explicación social de la permanencia nuestra en el mundo, podríamos entender que las sociedades han adaptado los recursos que le han permitido mantenerse, han cambiado para poder sobrevivir. El pensamiento social debería estar compuesto por acuerdos y objetivos comunes, que hagan de esa sociedad no solamente legal, si no legítima. Sin embargo, la historia nos muestra como esas mismas sociedades han estado envueltas en procesos de cambio que no necesariamente se enmarcan en el ámbito de la permanencia de nuestra especie, es más, podemos decir que han sido precisamente para lo contrario.

Podemos entonces partir del análisis anterior para sustentar las siguientes hipótesis: ¿estamos haciendo como sociedad exactamente lo contrario a lo que estamos llamados a hacer para mantener nuestra permanencia en el mundo? ¿Estamos como sociedad contradiciendo el sentido básico de la vida? ¿No estamos pudiendo adaptarnos a los cambios y desafíos que nos ha traído el mundo moderno? ¿Estamos conscientes de lo que implica este no-cambio?, en fin ¿Estamos involucionando?

En su libro “Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia” Byung-Chul Han realiza una crítica sólida al sistema social, influenciado en gran medida por la nueva “ciencia de los datos”. Este fenómeno permea hasta los más tradicionales órganos sociales, quitando así el poder de decisión propia y delegándolo a la interpretación de los metadatos. La libertad de pensamiento, los deseos colectivos y ese entendimiento intrasocial palidece cada día más en esta “postsociedad”.

Vemos con preocupación cómo la sociedad dominicana se ha venido automutilando, adquiriendo de manera peligrosa un concepto cada día más individualista y aunque resulta contradictorio, este individualismo cada día más se colectiviza. Es ese mismo sentido individual la razón por la cual las especies no se logran adaptar a los nuevos espacios o condiciones de su hábitat, es precisamente de este punto donde parte el principio (por lo menos en teoría) de la desaparición sistemática de la sociedad. ¿Que ha pasado con la sociedad donde los valores eran más importantes que las riquezas? ¿Qué pasó con la sociedad donde el sentido crítico era más importante que tener la razón? ¿Qué ha pasado con la sociedad comprendía la necesidad de pertenecer a un sistema y comprenderse entre sí?, por último ¿está la sociedad dominicana involucionando?

Autor: 
Mtro. Ariel Báez P. – Decano de la Escuela de Humanidades.