A lo largo de la historia hemos transitado caminos idealizados, intentando sostener nuestras decisiones en la lógica, aunque en ocasiones esto fuera más un sueño lejano que una realidad. En el pasado, este andar nos acercaba más a los hechos concretos que a las ilusiones; sin embargo, el posmodernismo ha erosionado aquel principio esencial que nos daba solidez como civilización, dejando espacio a posturas menos coherentes.

Un ejemplo de ello es la sobregeneralización o generalización excesiva, una distorsión cognitiva que nos lleva a formular conclusiones amplias e incompatibles con la realidad objetiva, basándonos en evidencia escasa o inexistente. Este patrón de pensamiento disfuncional afecta tanto nuestras relaciones interpersonales como la forma en que nos vinculamos con nosotros mismos.

Este fenómeno es un tema recurrente al abordar distorsiones cognitivas, trastornos del estado de ánimo o trastornos de ansiedad. Sin embargo, existe un aspecto poco explorado: su posible relación con la autocomplacencia y cómo esta conexión puede comprometer la capacidad de autoevaluación crítica del individuo.

En un laberinto de opciones y matices, donde tenemos la oportunidad de explorar diversas vertientes, a veces optamos por un atajo: una conclusión vaga y desproporcionada. Esto puede generar no solo malestar, sino también un falso bienestar, alimentado por creencias generalizadas e interiorizadas que nos llevan a pensar que hacemos las cosas tan bien que ya no necesitamos mejorar, lo que produce un estancamiento en múltiples áreas de la vida.

En estas circunstancias nos volvemos teóricos, formulando conclusiones basadas en hipótesis o suposiciones, sin observar objetivamente el panorama. Huimos del pensamiento crítico y nos aferramos a interpretaciones autocomplacientes.

El modelo ABC de Ellis (1957) explica cómo los acontecimientos generan sistemas de creencias que posteriormente se convierten en consecuencias. Estos tres elementos constituyen una secuencia que puede dar lugar a distorsiones cognitivas como la sobregeneralización, especialmente cuando la creencia se ve afectada por una interpretación errónea de los hechos. Tal como se planteó al inicio, este fenómeno se ha acentuado en nuestro contexto histórico, marcado por las fake news, la viralización y la escasez de propuestas frente a problemáticas cotidianas. El resultado —generalmente una conducta— suele ser incongruente con la realidad objetiva.

Cuando caemos en la autocomplacencia, creemos poseer una especie de superioridad moral y nos percibimos como personas que no necesitan cambiar, ya que “hacemos todo lo posible” y eso es suficiente. Esto disminuye la autocrítica e instala la sensación de que “todo está bien”. Y cuando todo está bien, bajamos la guardia: no hay obstáculos que vencer y nos llenamos de una confianza arbitraria, perdiendo la motivación. Así, adoptamos la creencia irracional de que somos invulnerables al cambio o al fracaso.

Pero, ¿es la autocomplacencia lo mismo que una alta autoestima? No. La autocomplacencia, en esencia, huye de la crítica. No surge de una creencia sólida en las propias capacidades, sino de la necesidad de convencerse, a toda costa, de que todo está bien. Para sostener esa ilusión, se recurre a distorsiones cognitivas como la sobregeneralización, creando un círculo vicioso: “siempre me va bien”, “no necesito cambiar”, “no es necesario cuestionarse”.

La sobregeneralización, como distorsión cognitiva, limita la capacidad de análisis objetivo y perpetúa interpretaciones simplificadas de la realidad. Cuando se vincula con la autocomplacencia, obstaculiza procesos fundamentales como la autocrítica, la evaluación realista del desempeño personal y la disposición al cambio. En contextos clínicos y educativos, esta interacción puede representar un riesgo para el desarrollo de habilidades metacognitivas y para la regulación emocional. Promover una mirada crítica hacia los propios pensamientos y creencias resulta esencial para desmontar patrones disfuncionales que, aunque aparentemente protectores, pueden conducir al estancamiento individual en distintas áreas de la vida.

Autora:
Beiny Calderón